miércoles, 5 de abril de 2017

Middle Age Freak: Tan indestructible como Wolverine.



Recuerdo la primera vez que vi a Hugh Jackman en una pantalla de cine. Fue durante una proyección de X-Men y entiendo que muchos no consideren notable esta anécdota, pero es uno de mis recuerdos más arraigados, ténganle paciencia.


En ese tiempo, específicamente en el año 2000, yo acostumbraba asistir a las funciones que algunas empresas de distribución organizaban para la prensa de nuestro país. Entonces sólo tenía contacto con la ahora desaparecida United International Pictures, que le distribuía a Paramount, Universal y MGM.

Una tarde de jueves, al punto de las seis de la tarde, asistí a las salas de cines de Pabellón Polanco para la proyección de Snow Day, una comedia de Paramount Pictures y Nickelodeon Movies, protagonizada por Chevy Chase. Era una comedia ligera para teens, disfrutable y, por algún motivo todavía desconocido para mí, muy arraigada a mi memoria. Tal vez por lo que ocurrió después.



Saliendo de la función noté la fila para ingresar a la sala contigua y la mesa donde se registraba a los asistentes para otro evento; una proyección de la primera película de X-Men. Hasta la fecha ignoro si la función era para medios de comunicación u otro tipo de audiencia, pero decidí que realmente no perdía nada intentando dar el infame gafetazo, utilizando la credencial que me habían dado en el Excelsior, como colaborador para su Revista de Revistas.

Para mi sorpresa, funcionó, así que pude pasar -ante las incrédulas miradas de algunos compañeros de oficio- y sentarme a ver X-Men un día antes de su estreno nacional. Y presenciar con similar antelación la entrada de Hugh Jackman y su interpretación de Wolverine al ideario cinematográfico popular.


Creo que, en algún momento, toda generación pasa por algo parecido: El poder presenciar la entrada triunfal de un actor que, con el paso de los años, se convierte en icono de la industria, ejemplo de oficio y método, admirado por la afición, libre del encasillamiento de su rol más popular e, irónicamente, perpetuado en la memoria de muchos por el mismo.

Para algunos tal vez fue ver a Heath Ledger en A Knight's Tale (2001), a Tom Hanks en Splash! (1984), a Meryl Streep en Kramer Vs. Kramer (1979), a Dustin Hoffman en The Graduate (1967) o a Steve McQueen en The Blob (1958), pero en general la sensación es la misma: Una certeza profunda, inadvertida y casi insensible de que estamos presenciado algo muy especial, que nos hará seguir los pasos de dicho actor, sea o no nuestra intención. Ya sea que busquemos sus próximas películas o estas se atraviesen en nuestro videoclub o canal de streaming, lo veamos en entrevistas para televisión o en las secuelas de las películas que le dieron renombre en primer lugar, e incluso aquellas donde trata de librarse de ellas.



En el caso de Hugh Jackman hablamos, además, de videos tomados furtivamente en funciones de Broadway y donde manda a callar a un espectador que no apaga su celular; sus espectaculares presentaciones en los Oscares o los Tony; o la premier en México de X-Men Origins: Wolverine -retrasada varias semanas por las acciones de contención por la pandemia de influenza H1N1-, cuando entró al escenario del Auditorio Nacional, ondeando la bandera de México y diciendo que nuestro país era tan indestructible como Wolverine.





Sea cierto o no que con Logan -su más reciente interpretación de este personaje- atestiguamos el final de un ciclo, que para muchos empezó en una sala de cine de Polanco, la verdad es que hay muchas cosas que se quedan en la memoria. Y se las contaremos a las generaciones venideras, con la misma certeza y confianza con la que nuestros padres nos dijeron que no existirá un mejor Superman que Christopher Reeve o un mejor Hombre Araña que Tobey Maguire. Así que, el tiempo nos de la razón o no…

No habrá mejor Wolverine que Hugh Jackman.

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