martes, 16 de diciembre de 2014

Middle Age Freak: Sobreviviendo al horror (I y II)


Desde pequeño soy aficionado al cine de horror. Mi papá me acostumbró, desde niño, a acompañarlo siempre que se transmitía por televisión alguna secuela de Viernes 13 o Pesadilla en la Calle del Infierno, sentados juntos, en la oscuridad de la sala, con un vaso de Coca Cola y jugo de limón en una mano y papa fritas u otra botana en la otra. Yo, recogiéndome en el sillón cuando, por la música y la tensión de la escena, se intuía la presencia de Jason o Freddy. Mi padre, como muchas personas que vería en años posteriores, gritándole consejos a la víctima en turno: “¡Voltea, babas, voltea!” Obviamente, nunca lo hacían.


Cuando pienso en el horror en una cuarta dimensión, donde el meta-pensamiento interviene para darme una idea de lo que estoy viendo y de lo que puedo esperar, recuerdo dos cosas: un episodio de Weird Science (Ciencia Loca) donde Gary y Wyatt son llevados por su genio cibernética, Lisa, dentro de una película de terror, donde deben sobrevivir mediante el conocimiento que Gary tiene sobre el género. La otra es Scream, una de las primeras películas de terror que fui a ver sólo, motivado por la validación que me daba el nombre de su director, Wes Craven, y el apoyo de MTV, que la llamaba “la película de terror de la década”.

En ambos casos fue cuando supe que existían reglas para sobrevivir a las películas de terror. Indicaciones para vencer o escapar del asesino con un hacha, motosierra, cuchillo de carnicero, machete o guantes de navaja, ya fuera humano, súper-humano, demonio, posesión, etc. Reglas para mantenerse con vida en situaciones estresantes y que involucraban, en muchos casos, un mediano desprecio por la vida ajena o cierto nivel objetivo de egoísmo. Mezcla de sentido común y pensamiento proyectado en una cuarta dimensión.


Y cuando hago conciencia de esa idea, no evito pensar y preguntarme si dichas reglas pueden funcionar en la vida real, particularmente en México, donde ciertamente vivimos una época de horror, donde los asesinos están presentes en todos lados del país, en infinidad de formas y cantidades. ¿Cómo aplicar estas reglas para sobrevivir a dichos horrores?

Empecemos por no abrir la puerta. Ni al repartidor de comida o al mensajero que dice que no puede encontrar la casa o el departamento que busca, al testigo de Jehova (nadie puede enfrentar este tipo de horror) ni a ningún tipo de vendedores. Tampoco contestemos el teléfono, ni siquiera si tenemos identificador de llamadas, pues las extorsiones telefónicas están a la orden del día, así como el robo de datos personales.


Aunque la siguiente recomendación está más pensada para los videojuegos, también puede aplicarse aquí: siempre hay que tener medicamento y servicio médico cerca, aunque sea el Seguro Popular. Más terrorífico que sufrir heridas durante un asalto o accidente, es no tener donde ser atendido y finalmente ser abandonado en la entrada de un hospital de asistencia social.

Nunca salir sólo. O permanecer solo, en general. Más aún, que nadie sepa que estás solo. Ya sea en tu casa, en el antro, en el cine, en el restaurante o red social. Esto también aplica en que, si vas en compañía, jamás dividirse en grupos reducidos o separarse completamente del mismo. Pero si hay que hacerlo, hay que tener en cuenta que a la chica más guapa o al chavo más galán (recordemos que la belleza no siempre está en la cara, sino en la cartera o la muñeca) son siempre los primeros en caer. El más payasito u odioso del grupo también es de los primeros en morir, pero aunque eso es por razones más que evidentes, nadie parece lamentarlo en la mayoría de los casos.


Si a pesar de tomar estas precauciones, los cuerpos empiezan a caer, hay que tomar mayores precauciones, como no asomarse a la oscuridad, ya sea la del sótano para ver por qué se ha ido la luz, la del cuarto del hotel barato a donde te ha llevado la pareja que acabas de conocer, o la del estrecho callejón entre edificios para tomar un atajo. Y el problema con otra regla, la de nunca decir “ahora vuelvo”, no es el hecho de decirla, sino de no asegurarse de que alguien te escuche y de hecho espere tu regreso.

Las figuras de autoridad no soy efectivas, también son de las primeras en caer. Pero en nuestra situación particular el caso se complica, pues un gran porcentaje de nuestras figuras de autoridad son monstruos por sí mismos, a veces peores de los que intentamos huir.


Hay que evitar ser una minoría. Latinos en Estados Unidos, norteamericanos en México, chilangos en cualquier otra ciudad de la República, que no sea el D. F., homosexuales en cualquier parte del mundo, judíos ortodoxos fuera de Polanco, aficionados al América en el Estadio C. U. o defensores de los animales en una corrida de toros. Las minorías siempre sufren destinos carentes de dignidad o significado.

Si en realidad se busca sobrevivir, hay que evitar el sexo, alcohol, drogas o cualquier otro tipo de sustancia o actividad que estimule el ánimo y espíritu, pues los monstruos no sólo parecen tener un radar integrado para ubicar este tipo de cosas, sino que muchas veces las controlan.


Para entonces, si ya sabes que el asesino va por ti, recodemos otra regla importante: no esconderse. No tiene caso, pues el asesino ya debe conocer tu dirección, tu rutina, tus números de teléfono, tus claves de acceso a Internet o bancarias, las dimensiones de tu casa o tiene las llaves de las puertas o de tu coche.

Y en ninguna de las situaciones mencionadas en estas entregas hay que olvidar la que, particularmente, considero la regla más importante para sobrevivir a nuestro horror real: todos son sospechosos. Todos. Amigos, compañeros de trabajo, familia, gente conocida mediante redes sociales, contadores públicos, maestros y guías espirituales. Siempre sospecha de todos.


Hay quienes dicen que para sobrevivir al horror, al asesino, hay que asegurarse de que esté muerto o, en el peor de los escenarios, hay que convertirse en uno, pues siempre sobreviven para la secuela. Pero por más tentador y seguro que eso parezca, pienso que lo mejor es seguir el consejo del actor Tony Todd (Candyman), que da al final de una de sus más recientes películas de horror…

“Solo…Tengan mucho cuidado.”

Muchas gracias a Edgar O., Ignacio L., Alberto R., Andrés M., Leonardo M., Carlos A., Manuel D., e Isaac G., por su apoyo y comentarios para estas entregas. 

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